3 Translated Samuel Trigueros Espino Poems

By and | 1 November 2017

Nothing in Profile

To Harris Schiff, towards the empire’s heart

Nothing. Nothing. Nothing.
Nothing called in a dark voice, from the cave,
stinking of death,
of heavy oblivion, of nothing.

Nothing shot metal and smoke.
Nothing wanted disintegration,
the disappearance of all of us who shine,
as we burn,
against the dominion of its shadow.
“We shall not die”, we screamed at Nothing.
“We shall not die, we shall not die.”

Nothing is old like the millennial battle.
The murmur of Nothing
drowns the walls of day and night,
rises through the bones,
saps the blood of time,
fills the air with rotting hordes,
mixes the stench of gunpowder and prison.

Nothing wants us to say nothing:
our throats cut,
mouthfuls of light
swapped for a mouthful of sad ashes,
our tongue frozen
in the bell of the scream.
Nothing wants us transformed into memory,
into abolished horizons,
into silence.

Nothing hates landscapes.
The air Nothing breathes is a narrow square.
The sea is an insult for Nothing,
insomniac on its island of poverty:
there’s an endless history of peoples
the sea recites;
and Nothing is trying to silence bays, their eternal beaches.
Nothing is bitter.
Nothing is blinded by tenderness.
Nothing touches nothing. Nothing.
Nothing has no father, no mother.
Nothing is sterile.

In the rickety old bed of Nothing
putrefied leaves.
Nothing has a butterfly collection
with pins through their backs,
a collection of eyes popeyed in death,
of nails blackened by
fragments of skin eaten by
furious ants.
Nothing is a philanthropist
in the best sense of cannibalism:
Nothing makes a feast of our hearts,
brushes its canines
with the paste of our thoughts
(before that, it made a bullet hole
and squeezed out our heads).

Nothing lives its embalmed death,
swimming,
on its back on the fine scents of fate.
A mistake in calculations,
an unconscious gesture of tenderness,
are just sweet-nothings for Nothing.
Nothing never makes mistakes.
Nothing
corrects the fine details with an axe
because Nothing predates omnipotence:
Nothing is pre-potent.

At the hour of its ablutions in blood
Nothing tells itself in the mirror of fire:
“There is nothing that Nothing can’t do”.
Nevertheless,
Nothing suffers from hypertension,
dreams of ghosts whose hair
continues to grow as it watches,
who enfold it in terrors.
Yet Nothing believes nothing’s forever
and has had it tattooed
on the other side of its forehead: “In God we trust”.

In the past sometimes Nothing wore the clothes of a peasant,
took a seat in the barber shop,
memorized names from the national news,
asked for a close shave and
          —between pain and generosity—
left a tip:
“Have a cup of coffee”.
All this
said to the dead future.
Nothing is a corpse that’s always fresh:
green skin, green wounds,
green flies,
green suit,
hatred green as a broom
sweeping the high plateaux.
“Nothing must die on our hands”,
we spread the watchword.
From its green easy chair
Nothing observes the red horizons;
it’s trembling very gently;
it says nothing
but knows
the high tide is coming
and there’ll be nothing to do
but wait,
wait for
its own inexorable Nothing.


Nada de Perfil

A harris Schiff, hasta el corazón del imperio

Nada. Nada. Nada.
Nada llamó con voz oscura, de caverna,
hedionda a muerte,
a olvido espeso, a nada.

Nada disparó humo y metralla.
Nada quería la desintegración,
el desvanecimiento de todos los que brillamos,
ardientes,
contra el dominio de su sombra.
“No moriremos”, a Nada le gritamos;
“No moriremos, no moriremos”.

Nada es viejo como la batalla de los siglos.
El murmullo de Nada
inunda las paredes del día y de la noche,
sube por los huesos,
desangra el tiempo,
llena el aire de podridos cardúmenes,
entre el olor de pólvora y encierro.

Nada quiere que callemos:
cortada la garganta,
las bocanadas de luz
trocadas
en triste bocado de cenizas,
fría la lengua
en la campana del grito.
Nada nos quiere transmutados en memoria,
en abolidos horizontes,
en silencio.

Nada odia los paisajes.
El aire que respira Nada es cuadrado.
El mar es para Nada una ofensa,
insomne en su isla de miseria:
hay una historia de pueblos que la mar recita,
interminable,
y Nada intenta amordazar bahías, las eternas playas.

Nada es amargo.
Nada es blindado para la ternura.
Nada toca a Nada. Nada.
Nada no tiene padre, no tiene madre.
Nada es estéril.

En el camastro de Nada hay hojas putrefactas.
Nada
tiene una colección de mariposas
con alfileres en la espalda,
una colección de ojos desorbitados por la muerte,
de uñas moradas
con restos de piel que comen, furiosas, las hormigas.
Nada es un filántropo
en el mejor sentido del canibalismo:
Nada hace un banquete con nuestros corazones,
cepilla sus caninos
con la pasta de nuestros pensamientos
(antes nos hizo un agujero de bala
y exprimió nuestras cabezas).

Nada vive su muerte embalsamado,
nadando,
bocarriba, en las esencias del destino.
Un error de cálculo,
un gesto involuntario de terneza,
nos son más que naderías para Nada.
Nada nunca se equivoca.
Nada
corrige con hacha la finura,
porque Nada está antes de la omnipotencia:
Nada es pre-potente.

A la hora de sus abluciones de sangre,
Nada se dice ante el espejo en llamas:
“Nada hay que no lo pueda Nada”.
Sin embargo,
Nada sufre de hipertensión,
sueña con fantasmas cuyos cabellos
siguen creciendo en la vigilia
y lo envuelven en terrores.
Mas Nada cree que nada es para siempre
y se ha hecho tatuar en el reverso de la frente
“In God we trust”.

En el pasado Nada iba a veces de paisano,
tomaba asiento en las peluquerías,
memorizaba nombres de las noticias nacionales,
pedía un corte rasante y
          -entre dolido y generoso-
dejaba una propina:
“Para que se tome un cafecito”.
Todo esto dicho al futuro muerto.
Nada es un muerto siempre fresco:
la piel verde, las llagas verdes,
las moscas verdes,
el traje verde,
el odio verde como una retama
en medio de los páramos.
“Nada ha de morir en nuestras manos”,
pasamos la consigna.

En su poltrona verde,
observa Nada los rojos horizontes,
tiembla quedito;
no dice nada,
pero sabe
que ha de subir la marea
y nada habrá que hacer,
sino esperar,
esperar,
su propia nada inexorable.

 


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