Pero la “otra” Castellanos definitivamente está, la mujer que se cree fea, inútil, que no sabe ni siquiera si existe, que frecuentemente parece experimentar su creatividad como una serie de llagas autoinfligidas. En Entrevista de prensa escribe:
¿Por qué escribe?... Porque alguien (cuando yo era pequeña) dijo que gente como yo, no existe. Porque su cuerpo no proyecta sombra... porque su nombre es de los que se olvidan... Escribo porque yo, un día, adolescente, me incliné ante un espejo y no había nadie. ¿Se da cuenta? El vacío. Y junto a mí los otros chorreaban importancia.
La escritora norteamericana Erica Jong podría estar comentando sobre Rosario Castellanos cuando escribe:
El mejor esclavo que no se necesita ser azotado ella se azota a sí misma. No con un látigo de piel o con barras o leña.. con su propia lengua y el sutil golpe de su mente contra su mente. ¿Quién puede odiarle tan bien como ella se odia a sí misma?... Si ella es una artista y se acerca a ser genio la gran realidad de su don le causará tal pena que ella deseará quitarse la vida antes que cualquiera de nosotras.
En la vida de Rosario Castellanos, el lado oscuro ganó la lucha entre ella y su propio ser. Cumpliendo la profesía, cuando Castellanos se casó por fin, a la edad de 33 años; se casó con un hombre que se jactaba de nunca leer su obra. Por supuesto, este matrimonio no duró, sin embargo ella encontró su fin inaguantable. Se desesperó y murió electrocutada cuando una lámpara cayó, o ella la jaló al agua de la tina.
El tema explícito del suicidio se ve frecuentemente en su obra. Dice: Matamos lo que amamos, dos veces en el poema Destino,* y en Privilegio del suicida dice:
El que se mata mata al que lo amaba... alcanza la inocencia del agua... se reconcilia con el universo.
En Recordatorio parece quejarse ante unas autoridades anónimas por estar viva todavía. Habiendo producido un hijo vivo y así cumplido con su papel en el ciclo reproductor, ahora se cree inútil:
Señores, ¿no olvidasteis Dictar la orden de que me retire?
Antes de empezar esta investigación no tenía idea de la extensión y calidad de la obra de Castellanos. Había leído Balún Canán y Oficio de Tinieblas, sus magníficas novelas sobre Chiapas. Creo que había hecho, sin querer, exactamente lo que “se debe”, es decir, la había entendido a Castellanos solamente de la manera que una variedad de fuentes oficiales indican.
Pero alguien me dijo que se había suicidado, y no pude encontrar nada de esto en las fuentes oficiales, tantos enciclopedias como sitios web. Por fin sospeché que había esfuerzos para evitar esta cuestión. Tampoco encontramos ahí mucha representación de su poesía extremadamente oscura, ni de su personalidad difícil y compleja – aunque su obra poética la demuestra claramente. Los artículos sobre ella de varios escritores, casi siempre varones, enfocaron el tema relativamente “seguro” de su defensa de la gente indígena de Chiapas. También elogiaron su poesía por sus “calidades líricas”. Nunca mencionaron el dolor. Cuando citaron poemas fueron comparativamente tibios.
La obra de Castellanos y los comentarios de las escritoras contaron una historia muy diferente. La escritora mexicana Martha Cerda me escribió, “Yo creo que se suicidó, aunque ya tenía tiempo de sentirse muerta.”
Creo que hay diversas razones para la discrepancia. Una es la enseñanza de la iglesia católica de que el suicidio es pecado. La gente puede pensar que se debe proteger a Castellanos de ser clasificada como pecadora. Otra razón puede ser la incomodidad de nuestra sociedad con la expresión de “cosas de mujer” en cualquier ámbito público. Los sufrimientos de Rosario Castellanos contenían un elemento de género importante, eran los sufrimientos de una mujer, en muchos casos precisamente por su condición de ser mujer.
Empecé a darme cuenta: lo que la gente dice y cree sobre la mujer, puede adentrarse en sus almas hasta tal grado que no hay esfuerzo intelectual que puede sacarlo. Tal vez no a todas, pero a algunas, incluso a algunas de las más brillantes. Pueden morir de esto; las palabras pueden matar.
Lo que me hizo preocuparme por nuestras hijas.